Lola Lolinha

viernes, abril 28, 2006

Break Time's Over

Después de casi tres meses de vacaciones involuntarias, hace un par de semanas regrese a trabajar. Fueron tres meses en los que no hice más que tirar hueva y dibujar. Mi día comenzaba cuando las manecillas del reloj apuntaban al doce y por las cortinas entreabiertas de la sala entraba una luz escandalosa. Después me dirigía a la cocina, preparaba una taza de avena con 3/4 de leche descremada, y mientras esto se ablandaba en el microondas, iba al baño a lavarme los dientes y la cara, ya final orinar. Todo el que me conoce sabe que para mi no hay mayor placer que el de orinar first thing in the morning. Lo que prosigue consiste en la enmarañada rutina de hacer todo mal desde la cómoda-incomodidad del sofá frente al televisor. A ese mismo rincón le dedique innumerables horas al día fumando como divorciada y dibujando con una ansiedad indescriptible. En este tiempo también leí diez libros, de comienzo a fin, en ese orden. Ninguno me conmovió tanto como Steppenwolf de Hermann Hesse. Creo que me llegue a identificar con el viejo Steppenwolf. Pero ahora todo habla de cambios radicales. Me cuesta reconocer lo que siempre he creído; que es mas fácil acostumbrar el cuerpo y la mente a la ociosidad, mientras que sucede todo lo contrario cuando el enfoque esta en actividades pro-activas. En mi caso, aún no terminó de adaptarme a los cambios que implica un trabajo de oficina de ocho horas. Me imagino que es un proceso lento, pero sobretodo impredecible. Con el pasar de los días, las continuas ocho onzas de cafeína ingeridas mañana, mediodía y tarde, alivian la pesadumbre de sentirme una hormiga entre las paredes de mi cubículo. También cuentan las llamadas de larga distancia a mi hermana Julieta en Mexico. Free of charge, obviamente. El tiempo y la distancia, irónicamente han reforzado el amor que siento por ella.
Ahora solo es cuestión de horas para volverla a ver.

martes, abril 04, 2006

Pinche Gente

Aunque estoy consciente de que al gimnasio van personas de distintos tamaños, colores y sabores, las cosas que uno tiene que presenciar cuando entra a los vestidores del mismo lugar son para cagarse de la risa o de plano salir corriendo horrorizado. En la mayoría de los casos es casi inevitable no voltear a ver semejantes espectáculos, especialmente si te los ponen en la cara.

Como ejemplo, hoy en la tarde que fui al gimnasio, entre a los vestidores para guardar mis cosas en uno de los lockers. En eso sonó mi celular, y mientras platicaba también me amarraba las agujetas de los tenis. Cuando levanté la vista, me saque un chingo de onda al ver el culo peludo más grande que he visto en toda mi vida, enmarcado por montañas de celulitis y estrías. Lo peor del asunto fue que ese culote pertenecía a una negra de unas trescientas libras que estaba en posición de métemela-por-el-culo. Para mis adentros grité aaay güey, mientras mis ojos se hacían grandototes y después chiquititos. Pero ahí no termina el asunto, no señor! La hija de la negra, que por cierto también andaba en puros cueros exhibiendo sus miserias, me vió cuando le hice cara de guakala al culo de su mamasota y me gritó que qué le estaba mirando a su mamá. Pinches negras, dan miedo cuando están emputadas y ésta se veía emputadisima. Naturalmente, puse mi cara de pendeja, seguida por la de tu que crees y me fui.

Tengo que admitir que el espectáculo de hoy sobrepasó a niveles inimaginables el horror de ver a viejitas en cueros con las boobis casi llegándoles a las rodillas, ya las gordas untándose crema humectante en las piernas. Picture that!